Por una comunicación alternativa y solidaria, se autoriza la reproducción de las notas que aquí se publican citando la fuente completa y comunicando al editor/es; responsable/es, en tanto no se altere el contenido.

Reciclajes

-El trabajo de comprender el pasado es vital para definir el futuro. (Daniel Brever)
-Nosotros, los de entonces; ya no somos los mismos. (Pablo Neruda)
-La infelicidad es el estado poético por excelencia. (Emil Cioran)
-Ojala pueda ir a chapotear a otros besos. (Iván Noble)

La bicicleta es la infancia, es el descubrimiento del cuerpo, una exploración del espacio y el tiempo distinta; el conocimiento de los límites y del más allá.
El sueño del ciclista es el andar por la tierra como el pez en el agua o el ave en el cielo y sin embargo, como paradoja, la bicicleta frente al mundo mediático en que vivimos es el principio de realidad; andar en bicicleta es también lo que no se olvida.
Un ciclista y novelista y director de Le Monde hasta el 2008 llegó a decir que andar en bicicleta es un modo de escritura.
Un maratonista y novelista japonés en una entrevista reciente también resaltaba el esfuerzo físico para la escritura.
Estamos en una época de escritores que van al gimnasio, como para poner la cosa un poco más pareja, como para no ponernos sin querer e inadvertidamente del lado del stress y la cosmética en general (del cuerpo, de ideas, da lo mismo).
La bicicleta que está del lado de la cultura del cuerpo hermoso es justamente la negación de la bicicleta que amamos; la bicicleta fija, la bicicleta inmóvil que ni siquiera hay que saber manejar y que no nos lleva a ninguna parte.
En una dimensión poética de la bicicleta: subrepticiamente nos hace entrar en otra geografía, uniendo puntos y recorridos que otros medios de transporte impiden unir.
A pesar de sus dimensiones mística y heroica han sufrido algunos reveses derivados de su vinculación a las desviaciones del deporte profesional y del doping, la bicicleta -impulsadas por las nuevas políticas de la ciudad- regresa con fuerza a los escenarios urbanos y su imagen de un renovado entusiasmo popular.
Podemos ponernos a soñar y proyectar a grandes rasgos una ciudad utópica del mañana en donde la bicicleta y el transporte público sean los únicos medios de desplazamiento; incluso soñar con un mundo en que las exigencias de los ciclistas dobleguen el poderío político... siempre y cuando, en el mundo, reine la paz, la igualdad y el aire puro, tras la ruina de los magnates del petróleo.
Sin embargo, en su humildad, la bicicleta nos enseña; ante todo, a estar en armonía con el tiempo y el espacio.
Nos hace redescubrir el principio de realidad en un mundo invadido por la ficción y las imágenes; el ciclismo es por lo tanto, un humanismo que abre con renacidos brios las puertas de la utopía y de un futuro ecológico para la ciudad del mañana y de un proyecto urbano que tal vez podría reconciliar a la sociedad consigo misma.
Sin eufemismos ni grandilocuencias, en nuestra realidad concordiense, en esta cotidianidad donde la propuesta comerciante como planes de "motitospat" insita al accidente cotidiano; a la ciudad (sea ésta la que vivimos) se la disfruta en las posibilidades que otorga la misma en lugares de encuentro, espacios de participación y de aprendizaje cotidiano en lo cultural esencialmente; dejando en los tachos de residuos: el status, los estilos, la actitud culturosa y la yerba usada.
En este texto hay conceptos del antropólogo francés: Mare Augé; su último trabajo que se titula "Elogio de la bicicleta", Gredisa, 2009 y no traducido aún del francés aunque se toman ideas elementales de la obra.

Oscar farias
Publicado en Panza Verde, número 214 1ª quincena mar 2010

No hay comentarios:

Publicar un comentario